Amazonas amada y añorada, desconocida…
Te escribo desde aquí en mi “oficina” (casa de un amigo), en una pequeña ciudad como muchas en Latinoamérica. Se escuchan los martillos aquí cerca y también a lo lejos. Siempre hay construcciones ocurriendo, ¿verdad? Mayoría son de blocks y cemento, cuadradas, funcionales, con techos a medio terminar que suponen futuras ampliaciones. Imagino son las mismas construcciones que van apareciendo en tus ciudades y pueblos, en tus aldeas. Imagino la construcción y el progreso llegando a ti, poco a poco y rápidamente a la vez. También habrán, imagino, mega carreteras así como los hay -y habrán- mega proyectos mineros y mega pozos petroleros.
¿Habrán ya centros comerciales tipo malls, donde antes vivían jaguares y anacondas, me pregunto?
A pequeña y también a gran escala. A grande y también a pequeña escala: van llegando los blocks de cemento, y el paisaje cartesiano y pixelado de la civilización. Enfatizo esto porque no es solamente un fenómeno de gran escala, también lo es a pequeña escala. Sin las mineras y petroleras, el proceso de transformar la vida y belleza del Amazonas en fealdad no se detendría.
Como dije al final del post ¿Cuándo detendremos la destrucción de la naturaleza?: “LA DESTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA SE DETIENE AHORA”. Agregué en el inicio de mi página: “En tanto la obsesión por controlar caduca”, fenómeno que de por sí está ocurriendo y que es gran esperanza.
Al encontrarte con el mundo occidental de modernidad, amazonas querida, te transformas de muchas maneras: físicamente, culturalmente. Se pierde una multiplicidad infinita de lugares y rincones únicos, con aromas y sensaciones especiales, irreemplazables, por un paisaje que tiende a la mismosidad. Transformación que duele, y que sospecho que tiene un espejo en mi propio dolor personal, íntimo. Mientras tu, Amazonas, buscas tu lugar en este mundo, yo también busco el mío: busco un lugar dentro de mí.
Tu lugar geográfico es obvio, pero el lugar que buscas es el espacio de encuentro, de unicidad, con la realidad civilizatoria en que vivimos. Realidad de modernidad, de economía y agricultura, de telecomunicaciones, de celulares y tablets, de centros de salud y escuelas. Algunos defienden que esa realidad y ese encuentro trae cosas positivas y buenas para la gente, mientras otros postulan que la verdad es todo lo contrario: los dos tienen la razón, y nadie la tiene. Así es, pues la distancia entre lo correcto y lo incorrecto es sólo ilusión.
Tal vez mucha gente indígena que vive en el amazonas quiere progreso económico. Tu gente tiene derecho a querer progreso material, ¿verdad? No tenemos derecho los occidentales a determinar qué es lo bueno para la gente del Amazonas. Y a propósito, miremos la verdad de frente: el progreso material sí o sí es a costa de destrucción de la naturaleza, salud y belleza de la vida.
No todos son así. Los Achuar, sabían que ese encuentro ocurriría. Su voluntad es muy clara y fuerte: quieren detener la destrucción, sin condiciones, sin concesiones. No hay moneda de cambio, así les escucho yo, no hay un bien material por el que estén dispuestos a ceder. Lo vieron claramente, que ceder es un camino sin retorno en el que no hay esperanza de vida. Entonces tomó forma la pregunta: ¿cómo nos encontramos con la civilización, con el sistema económico?
Selva del Amazonas, tal vez me llamas a que acuda
Pero acudir es duro para mis compañeros protectores de ti… Su voz mayoritariamente expresa “…y sobre todo hacer ver que sí es posible una economía limpia que no tenga que ver con actividades nocivas para el planeta”. Cita que tomo, respetuosamente, de un compañero, como emblemática de la mirada mayoritaria de los protectores del amazonas o de la vida. En esa mirada, la economía limpia tiene que ser posible, de lo contrario nuestra lucha es en vano. De lo contrario en qué vamos a creer; necesitamos creer en algo para continuar resistiendo.
Pero tu sabes y yo sé que esa economía limpia no es posible, para que sí lo sea. En otras palabras, que es necesario pasar por una muerte atroz, como activistas: reconocer que nuestra batalla ya está perdida, que todo el esfuerzo que ponemos por creer en nuestros ideales es en vano… Que no se trata de cuánto reafirmemos los unos a los otros que estamos en lo “correcto” al defender la vida.
Parte de nuestra esperanza es la posibilidad de ofrecer una alternativa concreta de economía. Esa posibilidad, es también una exigencia de nuestra cultura de separación donde todo ha de estar lo más posible bajo control. Personalmente, me parece que esta exigencia tiene cierta violencia al quitarnos libertad.
Le llaman economía regenerativa. Me gusta el término, parecido a restaurativa. Solo que es una ilusión. Es imposible, para que sea posible. Es decir, no es posible sin antes dejarla morir. Profundamente. Descarnadamente. Atrozmente, dejarla morir. Ese es mi llamado, compañeros activistas.
Compañeros activistas, protectores del Amazonas, no les invito necesariamente a esa muerte de la que hablo. Prefiero apoyarlos, porque su energía de corazón nunca podría perderse. No tiene cómo perderse. Entonces bien pueden seguir adelante con su camino y yo quisiera apoyarlos. De hecho yo no creo que pueda proteger el Amazonas mejor que ustedes. Solo que cuando me invitan, cuando acudo a esta conversación como economista, no puedo acudir con otra cosa que la muerte dolorosa de la que hablo. Esto es simplemente lo que hay en mi corazón.
La supuesta necesidad de ofrecer una alternativa concreta de economía
Si decimos “esto es lo que no queremos” entonces se supone que digamos qué es lo que sí queremos. Si decimos que no queremos el modelo extractivista en el Amazonas, entonces se supone que digamos que queremos una economía regenerativa. Hasta ahí todo bien.
El problema es que en nuestra sociedad convencional estamos convencidos que las soluciones de los problemas (que están afuera) las encontramos afuera. Estamos convencidos también que las soluciones tienen que encontrarse dentro del espectro de lo conocido. Pero si limitamos nuestra búsqueda al espectro de lo conocido y a la caja de lo posible, entonces siempre nos encontraremos limitados.
Y lo que es peor: no encontraremos solución, y en el fondo lo sabemos solo que duele mucho reconocerlo.
Es una realidad que se está haciendo más y más evidente y más difícil de eludir. La verdad es que hay una frustración y una impotencia latentes, en irreconciliable conexión con nuestro verdadero y poderoso amor a la vida.
La economía que es posible, es sí o sí la economía extractivista. ¿Por qué? Porque el dinero es emitido como deuda y por ende existe una permanente y eterna presión por convertir el regalo de la vida en actividades comerciales (ver Entender el dinero- historia de una aldea). La deuda significa: lo que sea que hay este año hay que aumentarlo el próximo; y así sucesiva y permanentemente. La economía regenerativa puede tener intenciones mejoradas (y gracias por eso!! No es que no sea ayuda, sí lo es, sólo que no puede ser suficiente), pero es imposible que deje de ser extractivista, mientras el dinero continúe siendo emitido como deuda.
Monedas alternativas
Entonces, la mente humana, obsesionada con encontrar soluciones externas, vé como única salida el implementar monedas alternativas. Pero entonces el desafío es que hay que convencer una masa crítica de gente que viva, produzca, consuma e intercambie con monedas alternativas. Pero, ¿por qué cuesta tanto convencer a la gente que haga esto? Tenemos que redoblar esfuerzos y ahí seguimos con una forma de esperanza que es esfuerzo…, pero no podemos negar la frustración e impotencia, ¿verdad? (Hay otra esperanza)
De por sí tarde o temprano la moneda alternativa ha de ser convertible en moneda convencional. El aislamiento completo es imposible. Entonces tarde o temprano la presión por el crecimiento económico de la moneda convencional se traslada a la moneda alternativa. Entonces nos re-convencemos: tenemos que convencer una masa crítica mayor. Tarea titánica, y por lo demás tan aburrida como el tele-marketing. Convencer es muy parecido al marketing. Es como si quedáramos haciendo lo mismo que hace el sistema convencional de mercado, después de todos nuestros esfuerzos por hacer algo diferente.
Salvo que se alinee con el llamado del alma de alguien, dudo mucho que la solución pase por convencer una masa crítica de gente. El depender de voluntades y decisiones externas nos desempodera, cuando divinamente cada uno de nosotros tiene poder completo sobre su felicidad y sobre su llamado del alma. El servicio a la vida que todo ser humano quiere dar, no depende de voluntades ni circunstancias externas.
Más profundamente
Más profundamente, y esta es más una verdad en mi corazón que una verdad intelectual, no existirá una moneda alternativa alineada con una economía sustentable mientras “más para ti sea menos para mi”, mientras concibamos nuestra vida en separación. No existirá una economía limpia ni sustentable mientras nuestro arreglo neuronal colectivo sea el de la lógica lineal y separada.
En todo caso, la creación e implementación de estas iniciativas ¡las aplaudo! Pero no por sus resultados concretos (no por cuál porcentaje de la economía pase a transarse con la moneda alternativa, por ejemplo), sino más bien por sus consecuencias sutiles: cuando se toca el corazón, eso es lo que importa. No es la información, ni es lo medible, lo que realmente importa. Es el poder del corazón.
Cuando algo toca el corazón, ahí pasa lo poderoso. Ahí está nuestro poder. En danza con lo desconocido, y no bajo nuestro control.
Eso tiene que ver con el estado del ser con que se hacen las cosas. Un estado del ser amoroso, que invite a la unicidad, es mucho más radical y efectivo a través de la transformación cultural. Y no tiene tanto que ver con las cosas concretas que hacemos o los resultados medibles.
En lo no medible en todo caso pasa lo que más nos importa. ¿O acaso la destrucción de un bosque nos importa por la cantidad de captura anual de toneladas de carbono? ¡No! Nos importa porque sencillamente amamos la belleza de la vida, espontáneamente y sin razones. Sin embargo estamos obsesionados por las cosas que llamamos concretas, porque culturalmente lo que no es concreto se asocia a pérdida de tiempo, a inútil.
¿Adonde vamos con esto? Al corazón. No tiene caso vivir obsesionados por modificar lo externo, por diseñar intelectualmente sistemas económicos alternativos por ejemplo, donde podamos ejercer control sobre las circunstancias y consecuencias… Todo lo externo ocurre y pasa por lo interno: allí está nuestro poder. Allí comienza y termina todo. Allí es donde hay que poner el enfoque.
Mientras digo esto porque esto es el llamado de mi alma, también quiero apoyar a quien sea que tenga como llamado del alma enfocarse en algo externo y tal vez diseñar sistemas nuevos. Todo mi apoyo mientras ese llamado del alma venga de las entrañas del ser y no de la obsesión intelectual por lo externo.
La destrucción de la naturaleza se detiene cuando caduca la obsesión por el control. La transformación cultural urgente va desde la separación hacia la unicidad. La transformación neuronal urgente involucra este cambio de manera de pensar, y no de opiniones.
Ese es el verdadero regalo de la vida: que todo está unido. Para mi personalmente, compartir esta última frase es en sí mismo un regalo.
Este ensayo lo escribí porque recientemente me invitaron a participar de un grupo de gente vinculados a Alianza Pachamama, genuinamente motivados a proteger el Amazonas ecuatoriano y peruano. Mis respetos y gratitud por el trabajo invaluable y urgente que están haciendo: lo están haciendo bien. Gracias también porque me han inspirado a escribir esto, lo cual me pone muy contento.
Les invito al foro a que compartan miradas e iniciativas en la sección Restaurando la naturaleza.
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