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En el rinoceronte, todo (por Charles Eisenstein)

Actualizado: 12 dic 2018

[traducido de Charles Eisenstein por Felipe Mardones http://charleseisenstein.net/in-a-rhino-everything/]

Recibí el siguiente email de una mujer joven, estudiante de una escuela de leyes de elite. Quisiera citarla por completo, porque toca en lo profundo el centro de lo que muchos agentes de cambio enfrentan.“No lloro muy a menudo. Pero esta semana he llorado dos veces. Por los rinocerontes. Me rompe el corazón que se estén extinguiendo. Para hacerme sentir mejor, intento intelectualizar esto. Es totalmente irracional, me digo a mi misma, estar triste por los rinocerontes. ¿Por qué no estarlo por el ‘camarón hada’, que está extinguiéndose aquí mismo en el Sur de California?


Photo Credit: Fr. Lawrence Lew, O.P/Flickr Creative Commons

“Existen tantas cosas por las que estar triste: disparos de policías, por ejemplo. Ahora mismo estoy escribiendo un memo respecto a qué constituye fuerza excesiva durante el arresto, y cuando tipeas fuerza excesiva e inmunidad calificada en Westlaw [n. del t.: sistema de investigación legal online], aparecen más de 600.000 casos. Estos casos representan una pequeña fracción de los incidentes con brutalidad policial; muchos más no son reportados o bien nunca son litigados. Tenemos una epidemia de violencia policial en este país [n. del t.: EE.UU.]. Podría estar triste por eso. Y aquí estoy, leyendo estos casos –y sí, es horrible (las pistolas paralizantes, los disparos, las golpizas, el spray pimienta, las consecuentes heridas de largo plazo, lo fácil de librarse sin cargos por uso de fuerza excesiva), y nunca lloro.


“Y luego leo algunos artículos sobre los últimos Rinocerontes Blancos envejeciendo en zoológicos alrededor del mundo y me caigo en pedazos. ¿Cómo podemos haber fallado tanto? Y tienes razón Charles, es el dolor por la biosfera que está muriendo (hace ya mucho tiempo que dejé de considerar la crisis ambiental como si fuera lo mismo que el calentamiento global, y ODIO cuando la gente hace eso).


“Hay un muchacho en mi clase que realmente me enoja. Él dice cosas irritantes como, “me encanta cuando veo fotos de McDonalds en otros países, o niños africanos usando zapatos Nike, porque quiere decir que ganamos. Nuestra cultura es suprema.” Le dí una ‘mirada’ cuando dijo esto. Y él sabe cómo pienso porque hemos tenido conversaciones, así que él dijo, “no puedo evitarlo, soy pro-Estados Unidos.” Y yo dije “soy pro-biosfera.” Y él dice “pienso que deberíamos mantener solamente los animales que necesitamos para sobrevivir.” Y yo estoy tan aturdida por esta estupidez que me quedo sin saber qué decir. Literalmente no pude hablarle por algunos minutos. NO QUERÍA hablarle. Sentí un poco de náuseas. Finalmente, dije, “no creo que eso sea posible.” Y él dijo, “Bueno, podemos INTENTARLO.” Como si fuera una cosa buena que valiera la pena intentar.


"Este muchacho me da un sentimiento como de pánico porque me pregunto ¿y si tiene la razón? ¿Qué pasa si el futuro solo contiene concreto con vacas, cerdos, gallinas y su mierda? ¿Qué haríamos con toda su mierda? (Previamente él me había dicho que jamás podría importarle un animal, que el sufrimiento de un animal no tenía ningún efecto en él).


“Lo que más asusta de este muchacho es que está totalmente a favor del control de emisiones de carbón. Él cree en el calentamiento global, y que es una amenaza y que debemos hacer algo al respecto. Yo preferiría alguien que niega el calentamiento global pero que tenga amor por los animales. Realmente, lo preferiría.


“De verdad estoy intentando no tratarlo como un “otro”. Me senté junto a él en clases este semestre porque sé que tengo algo que aprender de él. Trato ser amable con él, aunque las cosas que dice me enferman. Y no es desde un lugar de pureza moral tampoco. Estoy tratando de entender este comportamiento, esta manera de pensar, porque si nunca logro entenderlo nunca seré capaz de enfrentarlo de una manera significativa. Es un desafío. A veces siento surgir a la superficie mi capacidad innata de criticarlo peyorativamente, pero sé que se trata solamente de un mecanismo de defensa de mi parte. ¿Alguna sugerencia?


“Hay algo, sin embargo, además del dolor. El dolor está compuesto por este horrible sentido de impotencia. Siento como si tuviera absolutamente ningún control sobre el destino del rinoceronte. ¿Sabes?, yo hago mi trabajo. Obtuve las mejores calificaciones el último semestre… Soy disciplinada. Soy estudiosa. Pero no estoy haciendo nada real.”

 

***Tal como esta joven mujer, yo no sé porqué algunas tragedias me penetran con dolor mientras otras no lo hacen. Hay incontables cosas por las que llorar. Como no podemos llorar por cada cosa que aparece frente a nuestra atención, quizás formamos callos emocionales simplemente para poder funcionar. Y luego, de vez en cuando, algo perfora estos callos, y todas las otras tragedias no lloradas le siguen por la fisura.


A veces, por lo tanto, es una cosa aparentemente pequeña la que me hace llorar hasta la agonía: un padre que regaña avergonzando a un niño de dos años, una mujer despedida injustamente por un asunto de discriminación sexual. O podría ser un solo incidente de brutalidad entre millones que “se mete bajo mi piel” [n. del t.: que me irrita]. Cada uno de ellos representa el resto. De hecho, cada uno contiene el resto.


La próxima vez que viajes a otro planeta y veas animales enjaulados allí extinguiéndose, también sabrás que ese planeta almacena sus ancianos en residencias. Un mundo en el cual los últimos Rinocerontes Blancos envejecen en zoológicos es también, necesariamente, un mundo de cárceles, guerra, racismo, pobreza y ecocidio. Es imposible que una exista sin las otras. Todas son parte de la misma matriz desacralizada. Dado que cada una de éstas contiene las otras, cuando dolemos una las dolemos todas. No importa si son los rinocerontes o la brutalidad policial que te perfora. Todas son expresiones de la misma mitología subyacente: la historia de un ser discreto y separado en un mundo desacralizado que es ‘otredad’. Un nivel más arriba desde allí habitan los culpables sistémicos usuales: racismo, capitalismo basado en usura, patriarcado, el sistema industrial, etc.


Consideremos el compañero que ella describe. Uno quisiera darse el gusto de criticarlo despectivamente, y llamarlo alguna variante ingeniosa de estúpido o malvado. En realidad, él está prejuiciado, enceguecido por la historia en la que vive. Quiero decir algo más profundo que la mitología del excepcionalismo estadounidense, del desarrollo neoliberal, o del triunfalismo tecnológico. En el fondo es la metafísica. Si das por sentado un universo construido de bloques genéricos, desprovisto de las cualidades del ser, desprovisto de una inteligencia interna o una voluntad evolucionaria, entonces nuestra licencia para manipular la naturaleza y la materia no tiene límite excepto aquel presentado por las consecuencias perversas no-intencionadas que podemos, en principio, predecir y controlar con un poco de mejor información y know-how tecnológico.


¿Por qué no, entonces, mantener solamente los animales que sean útiles para nosotros? En la historia de la separación, estamos fundamentalmente separados de los rinocerontes. Lo que les pase a ellos no tendría porqué afectarnos. Sentimentalmente quizás, pero no racionalmente. (Y aquí vemos cómo la mirada dominante desprecia al sentimiento contra la razón, y el corazón contra la mente.)


Lo mismo vale para la biosfera como para los rinocerontes. En la historia de separación, lo que le pase a la biosfera no necesariamente nos afecta, excepto como un asunto práctico temporal hasta que desarrollemos la tecnología que nos haga independiente de la naturaleza. Este es el mundo de concreto y mierda de cerdos que mi amiga teme.


Es un mito, esa historia. De hecho lo que le pase a los rinoceronte sí que nos afecta a ti y a mí. Cuando miras esta foto, ¿no puedes sentir que una parte de ti se está extinguiendo también?


Su observación de que ella preferiría un amante-de-animales, negador-del-cambio-climático a esta otra persona resuena como verdad. Aquí digo porqué. El amor viola la historia de la separación. El amor es la expansión del ser para incluir otro, cuyo bienestar se hace parte del propio bienestar. La sanación de nuestro planeta no vendrá sin amor hacia nuestro planeta.


Ciertamente no vendrá de las soluciones tecnológicas que buscan ser más competente en el uso de los recursos y el manejo de las consecuencias. Aquel es el camino hacia las plantaciones de bio-combustibles, plantas nucleares, y esquemas de geoingeniería que amenazan con catastróficas consecuencias. Si alguien ama los rinocerontes, y ama los manglares, y ama los bosques, y ama los arrecifes de coral, y ama las cimas de las montañas en Virginia Occidental, y ama los bosques húmedos amenazados por las minas a tajo abierto y las aguas amenazadas por los derrames de petróleo, no importa si cree en el cambio climático o no, se opondrá a cada nueva mina de carbón, pozo petrolero, proyecto de fracking, o mina de cobre.


Por el contrario, sin amor detrás, ningún control de emisiones de carbón hará diferencia en el largo plazo. Si queremos cambiar la manera de pensar de personas como el compañero de la mujer, el debate intelectual no va a servir de nada. Nadie puede persuadir lógicamente a alguien a enamorarse. Podríamos convencerlos que apoyen una política versus otra con argumentos utilitarios [n. del t.: tal curso de acción pro-ambiente es más útil para nosotros que el otro], pero transformar al planeta en un instrumento de utilidad es lo que nos ha llevado a esta catástrofe desde el principio. Me recuerda de los oponentes “pragmáticos” a la guerra de Vietnam y la guerra de Irak que no cuestionaban la guerra como herramienta para promover los intereses estadounidenses (ni tampoco cuestionaban el concepto de intereses estadounidenses), pero simplemente decían que esta guerra particular no funcionaba. La puerta para más guerras se mantenía abierta.


Similarmente, cuando decimos, “dejemos de usar combustibles fósiles o estamos condenados”, y adoptamos el interés antropocéntrico como nuestros argumento primario, queda poco que decir por los rinocerontes. ¿Por qué no crear un mundo de concreto y mierda, si lo podemos hacer, con quizás algunos parques para alivio estético?


Al ver la futilidad de superar aquellas personas a través del debate, yo me he volteado hacia niveles más profundos de enfrentarse a esto. ¿Por qué él y millones otros como él son atraídos hacia una historia de separación que busca explotar y manipular el mundo? Quizás tenga algo que ver con él mismo sentirse como un instrumento, explotado, manipulado… Él está en la misma posición que él quisiera poner a los animales y al planeta. Él se siente fuera de control y cerca del pánico de cara a la incertidumbre. Por lo tanto, él quiere sentirse como si estuviera en control, y la humanidad (como proxy del ser) en control de las cosas que se sienten bien para él también.


No se trata de psicoanalizar al pobre tipo, pero si somos serios respecto a cambiar las creencias que conducen al ecocidio (en lugar de ganar la gratificación psicológica de vencer en una discusión), es importante entender la experiencia de vida detrás de aquellas creencias.


Pienso en consecuencia que esta joven mujer va por buen camino, mostrándole amabilidad y a la vez –y esto es esencial- sin permitir ser dominada por él. En un mundo de ganadores y perdedores, nadie va desviarse para servir tus intereses a menos que tu los domines, los fuerces, les pagues. En su extremo, ese mundo no tiene amor, ni verdadera amabilidad, ni generosidad que no sea un artefacto para obtener más. Es por esto que la amabilidad no-forzada y la generosidad tienen el poder de perforar la historia de separación.


La situación es análoga al desafío que presenta el altruismo a la biología evolucionaria convencional. Ésta es parte del mirar el mundo como un “mundo de ganadores y perdedores”, y los genes egoístas de esta mirada están destinados al basurero de la historia junto con los individuos egoístas de la economía y las narrativas políticas de dominación y competición entre las naciones. Mirando al estado en deterioro de nuestra sociedad y del planeta, esta mirada que alguna vez nos mantuvo como los obvios ganadores ya no está funcionando muy bien. ¿Nos aferraremos a ella aún más firmemente, en miedo y desesperación, o la soltaremos?


La amabilidad que mi amiga le muestra a su compañero y el deseo de entender su experiencia del mundo se traslada hasta el nivel de sistemas y política. ¿Cuál es la historia en la que nuestros oponentes se paran, los perpetradores, aquellos que queremos culpar? ¿Que clase de experiencia de vida los atrae a esa historia? ¿En qué maneras secretas vive dentro de nosotros? Cuando sepamos de qué se trata ser como ellos, seremos mucho más capaces de disruptar las narrativas que cimientan nuestra máquina destructora del mundo.


Esto se llama compasión. No es un sustituto a estrategia y acción. Más bien ilumina nuevas estrategias y hace toda acción más efectiva, porque podemos apuntarlas a las causas profundas en lugar de batallar por siempre con los síntomas.


¿Cómo es ser un rinoceronte? ¿Ser un policía? ¿Un ejecutivo de una corporación, un terrorista, un asesino? ¿Cómo es ser como un río? Estas preguntas surgen naturalmente en la historia que Thich Nhat Hanh llamó ‘inter-ser’, que mantiene que somos interdependientes en todo nivel, incluso en la básica existencia. Es el sucesor a la historia del ser separado, y nos abre a la compasión así mismo como al dolor.


Los lentes del inter-ser también alivian la impotencia de la que habla la mujer al final de su carta. Tal como las crisis del mundo cada una contiene a las otras en una matriz desacralizada, lo mismo es cierto para las respuestas. Responder a cualquiera de ellas es responder a todas. Me imagino a mi mismo hablándole al rinoceronte en su jaula. Ella me pregunta, “¿Qué estabas haciendo con tu vida, mientras yo me extinguía?”. Si le respondo, “yo estaba trabajando para salvar los arrecifes de coral,” o “yo estaba ayudando para detener el uso de sonares que ensordecen las ballenas,” o “yo me pasé la vida tratando de liberar a los hombres de la pena de muerte”, entonces ella está satisfecha, y también yo lo estoy. Ambos sabemos que de alguna manera, todas estas iniciativas están también en servicio a los rinocerontes. Puedo mirarla a los ojos sin vergüenza.


En la historia del inter-ser, lo que le pasa a algo, le pasa de alguna manera al todo. Estamos liberados entonces para escuchar lo que llama a sacar nuestra pasión interna, nuestro cariño, y nuestros regalos, sea la necesidad que los llama aparentemente grande o pequeña, consecuencial o invisible. Porque cada una contiene todas, podemos estar en paz en nuestro fervor y pacientes en nuestra urgencia.


Podemos estar en paz en nuestro fervor y pacientes en nuestra urgencia. Dejamos entrar el dolor, y la compasión y la claridad le siguen. Nos maravillamos ante la inteligencia que lo teje todo junto y que orquesta los misteriosos senderos causales que unen a los rinocerontes con las prisiones con los corales con los cánceres. Les dejo con algunas palabras de Chogyam Trungpa: “Cuando puedes sostener el dolor del mundo en tu corazón sin perder de vista lo vasto del Gran Sol del Este, entonces eres capaz de preparar una buena taza de té”.

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